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Quito,
2004 - Ecuador |
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La pictórica más reciente del pintor peruano Carlos
León Cruz está marcada por la presencia cada vez más
fuerte de esos seres que habitan en el mundo remoto y a la vez próximo
de la arqueología. |
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No
sé de superadas tendencias precolombinas, sino de una constancia
: la vida de esos señores de la tierra, de esos artífices
y gobernantes, sacrificadores y constructores moches, que aparecen
en las monumentales huacas de Trujillo, en donde Léon crea
la mayor parte de sus estupendos trabajos plásticos; la existencia
vigorosa de esos rostros chimús, tan pronto expresivos como
herméticos, custodios del enigma de la historia, del pasmo
ante el paso del tiempo, del advenimiento de las generaciones, los
invasores, los depredadores, los destructores de su cultura; de
los dueños de esas facciones conmovedoras, imponentes, oscuras,
todopoderosas de la cerámica del norte peruano, parecen querer
invadir con sus energías, sus rasgos, su secreta personalidad
los cuadros de León. |
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El
pintor es conciente de esas fuerzas que vienen de más allá
de los siglos, y que con toda evidencia, reclaman su sitio en una
de las producciones pictóricas más ricas del Perú
actual. |
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Por
ello, con esa ductilidad que caracteriza a su producción,
León Cruz ha abierto las puertas de su magnífica labor
a esas poderosas presencia, entre totémicas y humanas. |
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Y
su creación, que tan pronto se vió invadida por los
supervivientes de la violencia, que buscaban formas de estar en
la historia, no solo en medio de su drama, su dolor y constante
huida, sino también en el mundo de las telas del pintor;
como se llenó de la vida siempre renovada por el sueño
de los niños, que parecíadepurar todo aquello que
había sido lacra, y que León había plasmado
tiernamente e sus creaciones, y poblar esos ámbitos luminosos
con sus figuras inocentes, con sus mascotas venidas de la esfera
de lo fantástico, con sus rostros que contenían en
sí toda la alegría del universo; su trabajo
tan rico en contenidos se abre con toda la generosidad de que es
capaz - y que siempre es mucha -, a la resurección de los
señores de la tierra, entronizándolos en variaciones
que van del tótem a la evocación de lo real inmediato. |
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Todos
los indoamericanos somos precisamente una mezcla entre lo mítico
y lo cotidiano. El ancestro nos marca los rasgos, nos llena internamente
de sentido de lo mágico, nos permite percibir los mundos
que hay más allá de lo inmediato, de lo sensible,
de lo ordinario. El cada día nos colma de percepciones de
lo dramático que puebla el orbe, de las penas y alegrías
de nuestra gente, de su ser y su estar en la tierra. |
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Nosotros
somos los directos herederos de los señores de la tierra,
sean moches, chimús, nazcas, valdivianos, cañaris,
incas o parte de ese interminable rosarios de culturas, vidas y
sueños de eternidad que forman el mapa de los antiguos padres
innegables. |
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Esa
es la percepción que tiene Carlos León Cruz, esa la
realidad representada en el mundo autónomo de sus cuadros,
tan hermosos, tan enraizados en el hondón de los orígenes,
como próximos, cercanísimos, nuestros, intensamente
familiares y cotidianos. |
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He
aquí una lección de plástica, en la que un
verdadero artista despliega sus saberes cromáticos, su sentido
tan especial del dominio del espacio, su composición casi
ritual. He aquí uno de esos mensajes del arte que nos hermana,
nos une, nos hace universales y, al mismo tiempo, únicos,
irrepetibles. |
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Cobijarnos
bajo el cielo de estas telas es hacerlo bajo "el espacio eterno,
veloz e inamovible", de que hablaba el gran poeta Dávila
Andrade, en el que habitan desde siempre y para siempre las sombras
queridas de los padres universales; entrar en su mítica y
su mística, en su secreto -toda verdadera obra de arte es
un misterio a ser descifrado en su lectura por los espectadores-,
es hallar nuestra identidad, una y múltiple, nutrida de ríos
de sangres y de anhelos, de gritos de júbilo y de guerra,
de espíritus rutilantes y también de almas oscuras,
como todo lo humano. |
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Leer
estas obras es intuir, aunque sea parcialmente, cuanto contiene
el vasto libro de América, su génesis y su vigorosa
actualidad, gracias al talento constructor de un artista genuino
y simple, pero al mismo tiempo vigoroso y cósmico, como la
tierra misma que nos nutre y madura como a sus únicos frutos
destinados a lo eterno. |
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